Por: Alberto Mario Cortés
Quienes leían ocasionalmente mi anterior blog saben que me gusta escribir sobre finanzas e inversiones siempre abordando estos temas de la manera más coloquial posible, con la idea de que cualquier persona los pueda entender. En esta oportunidad me estreno en este nuevo espacio donde, aunque es institucional, seguiré escribiendo de vez en cuando cosas de interés para todos.
Entonces entremos en materia. Siempre me ha causado gran curiosidad la manera tan distinta como las personas nos comportamos con el dinero, en nuestro rol de individuos pertenecientes a un ecosistema económico. El mundo académico está repleto de estudios que finalmente clasifican a las personas en distintos grupos. Por supuesto que yo nunca he realizado un estudio formal sobre el tema pues esto nada tiene que ver con mi trabajo, pero durante años he analizado el comportamiento de quienes me rodean y de quienes conozco a través de los medios de comunicación, y he llegado a la conclusión muy personal de que en nuestro rol económico todos nos podemos clasificar en uno de estos dos tipos: los consumidores y los acumuladores.
En la siguiente tabla describo las principales características de unos y otros:
Pues bien, esas son las principales características que he observado. Creo que cuando una persona nace, su cerebro ya viene programado para pertenecer a un grupo u otro. No he conocido a nadie que haya cambiado con el tiempo. La educación tampoco es un factor determinante. Conozco familias de padres consumidores, que tienen dos hijos acumuladores y un hijo consumidor.
En las relaciones entre unos y otros he observado lo siguiente:
· Padre acumulador – Hijo consumidor : Generalmente es una relación con dificultades porque el padre quiere que el hijo sea como él y no lo logra nunca.
· Padre consumidor – Hijo acumulador : No hay mayores problemas por esas diferencias.
· Padres e hijos pertenecientes al mismo grupo: Nunca hay diferencias en el manejo del dinero.
· Parejas con ambos miembros del mismo grupo: Nunca hay diferencias en el manejo del dinero.
· Parejas con un miembro acumulador y otro consumidor: Si la diferencia de edades en la pareja es pequeña, generalmente hay problemas por las diferencias en los hábitos de consumo de los miembros. Estos problemas disminuyen considerablemente si el miembro acumulador es algunos años mayor que el miembro consumidor, pues con los años el acumulador adquiere la solvencia financiera suficiente para que los hábitos del consumidor no le representen mayor problema.
El fallecido artista Michael Jackson, el actor Nicholas Cage, el ex futbolista Diego Armando Maradona o el ex boxeador Kid Pambelé, hacen parte del grupo de los consumidores famosos. Desafortunadamente, estos personajes con un talento sin igual en sus respectivas carreras, fueron víctimas de sus malos hábitos de consumo.
Michael Jackson, a pesar de haber ganado millones y millones de dólares en sus mejores años, producto de la venta de sus discos y de sus presentaciones en vivo, se vió obligado a realizar pequeñas presentaciones para un público muy exclusivo en un casino de Las Vegas, con tal de pagar deudas a algunos acreedores. También se vió forzado poco antes de morir, a preparar una gira de conciertos (que no se realizó por su prematura muerte) a pesar de sus quebrantos de salud. La razón: estaba a punto de perder su famoso Rancho Neverland, en donde vivía, a manos de otro grupo de acreedores de sus deudas.
En 2009 fue famosa la noticia de los problemas financieros del actor Nicholas Cage. El afamado artista se vió obligado a poner en venta casi todas sus propiedades debido a la cantidad de deudas que tenía. En algunas declaraciones, su ex asesor financiero explicó que el problema radicaba en que el mantenimiento de las “inversiones” de Cage, que incluían un castillo medieval, una isla privada y otras mansiones en distintas ciudades, unidas a sus gastos personales, le costaban al actor unos 25 millones de dólares al año y este solo estaba devengado 20 millones al año.
Por otro lado tenemos acumuladores famosos. En Colombia no son desconocidos nombres como Luis Carlos Sarmiento Angulo, Alejandro Santo Domingo o Germán Efromovich. Pero me gusta especialmente una historia de padre acumulador e hijos consumidores. Se trata de don Pepe Sierra. Nació a mediados del siglo XIX en el seno de una familia campesina en Girardota, Antioquia. Era casi analfabeta con las letras pero poseía una poderosa calculadora matemática en el córtex izquierdo de su cerebro. Su espíritu acumulador lo llevó a ser el hombre más rico del país a principios del siglo XX. Como era de esperarse, sus hijas se casaron con hombres de noble abolengo de la sociedad Bogotana de la época. Tanto hijas como yernos eran consumidores y una vez muerto don Pepe, la fortuna quedó a disposición de estos para disfrutar la dolce vita en las principales capitales europeas. Como se podrán imaginar, de don Pepe Sierra solo quedan sus historias y una calle que lleva su nombre en Bogotá, porque las haciendas, el ganado, las acciones y demás inversiones no le alcanzaron a llegar ni si quiera a sus nietos.
Caso muy distinto es el de Alejandro Santo Domingo. Don Mario Santo Domingo, su abuelo, fue acumulador. Llegó a ser uno de los empresarios más prósperos de la costa atlántica colombiana. Julio Mario Santo Domingo, el papá de Alejandro, también fue acumulador y tomó las riendas de los negocios familiares, multiplicando muchas veces durante su vida lo recibido. Ahora Alejandro, que también resultó acumulador, es quien tiene las riendas del imperio que le dejó su padre Julio Mario. Dará mucho de qué hablar en los próximos años.
Pero estos son casos extremos de personas famosas. Todas las personas a nuestro alrededor tienen un comportamiento que se encasilla en uno u otro grupo. Seguramente después de leer esto usted tendrá la sensación de que ser consumidor es malo, pero no lo es. De hecho, así como muchos consumidores logran llegar a la vejez sin terminar en la ruina, también conozco a algunas personas que son acumuladoras y han llegado a la tercera edad con problemas financieros. Lo que pasa es que quien escribe estas lineas es un acumulador y así es como vemos el fenómeno desde esta orilla.
Estoy seguro de que si le pregunto a un consumidor si es feliz con su vida y sus hábitos, me va a decir que es más feliz que yo. Tal vez si hubiera tenido la oportunidad de hablar con las hijas y los yernos de don Pepe Sierra me hubieran dicho que ellos eran más felices gastando la fortuna de su padre que él construyéndola. Es posible. Ese sería su punto de vista y es tan válido como el mío. Lo verdaderamente importante es que cada uno sepa en qué grupo se encuentra a sí mismo y en qué grupo está cada persona con la que interactuamos, para poder entender a los demás y de esa manera desarrollar mejores relaciones interpersonales a pesar de nuestras diferencias fundamentales. En este tema, nadie tiene la última palabra.